Artes de México

REVISTA ARTES DE MÉXICO | Un rito de iniciación: Rastros kármicos

14/04/2018 - 12:03 am

La oportunidad siempre está presente, es posible prolongar los recuerdos, más allá de nuestra existencia y hasta el límite de los días. El tiempo nos entrega su enigma: has habitado miles de veces la Tierra. Esta vida no es la primera y dista de ser la última.

Por Emanuel Bravo Gutiérrez

Ciudad de México, 14 de abril (SinEmbargo/Artes de México).- Eliot Weinberger en su libro Rastros kármicos, nos explica que el vasana es, de acuerdo a la tradición hindú, “un residuo del karma; aquello, tan inefable como el olor, que perdura de una vida anterior, el puente entre existencias”. El vasana engarza nuestras vidas pasadas, emana de nosotros mismos y nos atraviesa, inexplicable y poderosa, porque es el deseo lo que fermenta su poder: “Y es el deseo, la necesidad siempre insatisfecha, lo que nos lleva de un nacimiento a otro en este mundo tan ansiado”. Por ello Buda animaba a sus seguidores a renunciar al deseo para liberarse de la rueda de reencarnaciones. Sin embargo, Weinberger propone en su libro un camino alterno, el vasana como un vehículo para explorar nuestro(s) ser; y sobre todo, un medio para la reflexión poética.

Porque en el quehacer poético es donde contemplamos mejor el efecto de los vasanas. El poema es rico en experiencias y deseos y, al leerlo, la vida fluye a través de nuestro cuerpo, persistente y atemporal. A través de las palabras descubrimos el rastro de antiguas vidas, como una cadena interminable; el acto de leer sería así semejante a colocarse en medio de dos espejos que se reflejan

D.R. Nina Subin, 2018

Por otra parte, el acto de escritura se concibe como una invocación, un diálogo permanente con los muertos. De esta manera, y en consonancia con la tradición oriental, vendrían a cuenta las palabras de Yeh Hshie de su tratado El origen de la poesía: “Cuando escribo es idéntico a lo que escribió un maestro de antaño, significa que nos unimos en nuestras reflexiones. Y cuando escribo algo diferente de los maestros de antaño, puedo estar añadiendo algo que faltaba en su obra. O es posible que los maestros de antaño estén añadiendo algo que falta en la mía”. Esta tarea de epígonos se opondría a la visión occidental que, con frecuencia, refuta o niega la tradición.

Winberger también habla del poema como una condensación de instantes significativos en la existencia del autor, lo que podría revelarse en condena o liberación del karma, porque sus resonancias son eternas: “Y el poema mismo es a la vez una metáfora y la encarnación del proceso su propia creación; el poeta muere, los hechos biográficos se pierden y el poema queda. La lengua cambia, los significados caen en desuso y el poema queda. La lengua ha dejado de hablarse, la ciudad en la que fue escrito es una ruina sepultada y el poema queda”.

A lo largo de Rastros kármicos, estas reflexiones dialogan con numerosas fotografías de diversos lugares sagrados del mundo realizadas por Nina Subin. Sin embargo, éstas no son de índole documental; las imágenes, al igual que la poesía, despliegan sensaciones, evocan recuerdos de, tal vez, nuestras vidas pasadas.

D.R. Nina Subin, 2018

La palma abierta de una diosa, los pies de Buda, santones tomando la luz del atardecer, pasillos de templos cubiertos de divinidades sensuales, aldeas donde el tiempo parece dormir. Cada una de las fotografías elabora un discurso donde el misticismo se hermana con el mundo tangible, el de los sentidos, donde lo sagrado se manifiesta.        Profundamente enigmáticas y de sobria composición, las fotografías buscan capturar lo eterno. Y en esto pervive la idea de los vasanas: al contemplarlas reconocemos en ellas formas o lugares de los cuales nunca hemos tenido noticia: ¿cuándo estuvimos ahí?, ¿por qué nos parecen familiares? Al parecer, la vida eterna, constante y de modo exuberante, se encuentra en la Tierra y no fuera de ella.

En Rastros Kármicos, experimentamos la sensación de haber atravesado un rito de iniciación, se nos revelan secretos, claves para entender la composición de nuestro ser. Tenemos más preguntas que respuestas, pero sabemos que el camino ha comenzado y no queda más que continuar.

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